El coche lowcost de la era soviética

En “mi” Trabi, de safari por Berlín. Foto: Pilar Arcos

En “mi” Trabi, de safari por Berlín. Foto: Pilar Arcos

No sé cuanto son 25 años. Depende. El tango decía que 20 años no es nada, a lo mejor 5 años más ya sí es algo. Hay quienes a los 25 años celebran las bodas de plata. Hay gustos para todo. Ahora se cumplen 25 años de la caída del Muro de Berlín.
Y repasando las imágenes de la época sí parece que han cambiado muchas cosas, o las cosas mucho, que tanto da. Sin embargo, aún quedan cantidad de muros, verjas y alambradas por derribar, sobre todo las de la mente. El propio Gorbachov, el último dirigente de la Unión Soviética, –“Que vuelva la URSS, aunque sea por provocar”, gritan los irreverentes chicos de FRAC- acaba de decir que el mundo está al borde de una nueva Guerra Fría. Marx no le oiga.

Grafiti de un Trabi rompiendo el muro. Foto: Pilar Arcos

Grafiti de un Trabi rompiendo el muro. Foto: Pilar Arcos

De lo que no hay duda es de que a partir de aquel 9 de noviembre de 1989 cambió casi todo, y lo que no cambió, desapareció. Una de esas cosas que se fueron para no volver fue el coche utilitario (low cost, lo llamarían ahora) que fue el símbolo del desarrollismo fallido de la Alemania Oriental, la República Democrática Alemana. Se llamaba Trabant, aunque todos se referían a él como “Trabi”, y desapareció en 1991, sepultado por los cascotes que dejó el Muro de Berlín (de los que muchos tenemos trocitos en casa), cuando los alemanes del Este pudieron comprarse automóviles más eficaces, modernos y para los que no había que esperar el turno del racionamiento, que normalmente superaba una década.
El Trabi fue durante más de treinta años el coche proletario por excelencia. Como a la furgoneta DKW le llamaban “Das Kleine Wunder” (El Pequeño Milagro). Sin duda era pequeño, difícil que entrasen en él cuatro personas, y era un milagro, un auténtico milagro que se moviera.
Nació en 1957 (el mismo que el Seat 600 o el Fiat 500) con la pretensión de conjugar la movilidad de un coche familiar con el bajo precio de una motocicleta. Era justo cuando el Sputnik se convirtió en el primer satélite que daba la vuelta a la Tierra, por eso se eligió el nombre de Trabant, que se puede traducir por Compañero de Viaje, es decir, Satélite.

Trasera de un Trabi. Foto: Pilar Arcos

Trasera de un Trabi. Foto: Pilar Arcos

Eran años de escasez de materias primas, sobre todo en la Europa del Este, insuficiencia de acero y de petróleo, así que se optó por fabricar una carrocería de duroplast, un plástico a base de resina fortalecida con lana y algodón. Cartón piedra. Dieciocho hp en un motor de dos tiempos, ruidoso y sucio, más parecido a los de una renqueante barcaza de puerto que a los de cuatro tiempos que se fabricaban en la otra Alemania, desde el escarabajo de Volkswagen (26 hp), al Mercedes 220 (80 hp). Pero lo único que guiaba a sus constructores, la AWZ (Automobilwerke Zwickau), era el low cost. Así que del primero -el P50- al último modelo -el 601- salido de sus fábricas apenas había diferencias entre los Trabis, de los que se construyeron en total más de 3 millones de unidades. Incluso llegaron a utilizar obreros vietnamitas que cobraban todavía menos que los camaradas alemanes orientales.
Otros coches “soviéticos” corrieron fortunas más o menos similares: Lada, Wartburg, Dacia, Yugo… El último fracaso del low cost sobre cuatro ruedas lo acaba de protagonizar el Tata Nano de la India, ideado en 2008 para inundar los mercados del Tercer Mundo, pero que se ha dado el gran batacazo, dicen que por presentarse con un eslogan poco afortunado para los tiempos que corren: “El coche más barato del mundo”.

Un Trabi descapotable en el Berín más turístico. Foto: Pilar Arcos

Un Trabi descapotable en el Berín más turístico. Foto: Pilar Arcos

El Trabi desapareció, pero aún colean algunos de sus ejemplares, mimados por sus seguidores incondicionales a los que les puede la nostalgia, el cachondeo, o la curiosidad. En la Alemania unificada hay varias empresas que se dedican a alquilarlos a los turistas. Yo he dado unas vueltas con uno de ellos por el centro de Berlín. Habitáculo escaso para mis amplias proporciones, dirección más que dura para mi poca habilidad, frenos demasiado imprecisos para mis escasos reflejos… pero lo he disfrutado. Con uno de ellos en tonos verdes y naranjas he pasado de la zona occidental a la oriental sin mayores dificultades, gracias a que los conductores berlineses siempre ceden el paso y disculpan los achaques de estos hermanastros mayores que todavía tienen ánimos para pisar las calles. “Alexander Platz, auf wiedershen”. Volver

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1 comentario (+¿añadir los tuyos?)

  1. delmo
    Nov 11, 2014 @ 09:41:09

    Ahora los alemanes se pegan por tener uno de esos coches de la antigua RDA

    Responder

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