Mi vuelta a Asia en 80 minutos
Hoy, cuando me he levantado, hacía mucho frío, señal inequívoca de que se inauguraba Fitur. ¿Cómo lo hacen para que aunque caiga en enero o en febrero siempre sean los días de Fitur lo más fríos del año?
Pues me voy bien abrigadito para el recinto ferial y empiezo mi periplo anual. Hoy voy a recorrer Asia (mi querida Asia) en 80 minutos. Empiezo (ya me veis) por Kazajistán, un país emergente y con gran fuerza, tanta como petróleo. Están promocionando que celebrarán la Expo 2017 en Astaná, la flamante capital desde 1998. A mí, ¿qué queréis que os diga?, me gustaba más la anterior capital, Alma Ata, al menos de nombre. Astaná me suena a empresa siderúrgica, o petroquímica. A lo mejor no es casualidad.
Sigo por la moqueta amarilla. Busco China y veo el stand de China Internacional Travel (CIT), eso quiere decir que voy por buen camino.
Un guerrero de terracota de Xian contempla como pasan los trolleys y las bolsas cargadas de folletos, dos de los máximos exponentes de Fitur. ¿Qué pensará? De momento se ha quedado de piedra, o de barro, tanto da.
El pabellón de China siempre merece la pena. Este año es más abierto que otros, más alegre. ¿Significará algo? Faroles de papel con los colores nacionales (los mismos que España), osos panda y un gran cartel: «… pide un deseo!» Ya he pedido el mío, el de todos los años, volver a China, y hasta ahora se va cumpliendo.
Al lado (no podía ser menos) está Taiwán. Y en este stand mi amigo Marcos Chan está preparando el té de oolong como solo él sabe hacerlo. Con mimo, precisión y mucho cariño. No es la ceremonia del té, es el té bien hecho. Para mí el oolong de Formosa es el mejor té del mundo. Aunque hay otros que tampoco están nada mal.
En Japón nos esperan las chicas con kimono, los chicos con yukata, los cerezos que aquí ya han florecido, y una señora occidental que toca muy bien el koto. Descubrimientos sin fin.
Lo dicho, las sorpresas en Japón son constantes. Aquí cabe perfectamente el tópico de “país de contrastes”. Colorido a tope, exotismo para todos los gustos.
El stand de Tailandia es como el país. Amable, bello, delicado. Y esta chica que hace una especie de papiroflexia con hojas de palma también es amable, bella, delicada. Al lado, si esperamos una cola, nos escriben nuestro nombre en tailandés.
En Nepal me encuentro con un caballero armado con el imprescindible trolley fiturero, una cámara Nikon de considerables proporciones y un terno de rayas diplomáticas. ¿Turista? ¿Ejecutivo? ¿Ambos?
Kerala, el estado de la India donde nació la medicina natural ayurveda, tiene un stand muy verde, con bonitos paneles botánicos, cómodos bancos de madera y un pequeño elefante que no es de verdad, pero lo parece.
Han pasado ya los 80 minutos previstos. En una misteriosa puerta cerrada, pero con las llaves puestas en la cerradura hay un gran mapa de las islas Maldivas. Si detrás de ella está ese maravilloso archipiélago, no voy a dudar en abrirla y pasar. ¡Nos vemos en las Maldivas! Volver
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Mamá quiero ser turista 
