Regatas de barcos con rabo
Sardinas asadas, vino tinto, música, bailes… Todo lo necesario para una fiesta popular a la que los tripeiros añaden baloes (globos voladores con fuego); manjericos (tiestos de albahaca); martelinhos (martillitos de plástico de juguete que en México llaman chipotes chillones); y sobre todo las regatas de barcos con rabo. Porque “rabelo”, que es como se llaman estas embarcaciones, viene de “rabe”, que significa rabo. Y se explica por el largo timón (espadela) que tienen. Estamos en Oporto, una de las ciudades más bonitas de Portugal y, como ya habréis adivinado, en sus populares Fiestas de San Juan. Este año se ha celebrado la 32ª edición de una de las regatas más coloridas del mundo, al menos del mundo occidental. Y el ganador ha sido el rabelo de las bodegas Cockburn, una de las más importantes de la ciudad. Lo hemos presenciado muy de cerca, casi los podíamos tocar con la mano, pues nos han invitado a seguir la competición de principio a fin desde un yate fuera borda. Aunque llamarlo competición a lo mejor es demasiado. El ganador, que lo hizo al menos con 200 metros de ventaja, salió disparado desde la misma línea de partida, en Cabedelo, muy cerca de donde el Duero se funde con el mar, y se mantuvo como líder solitario sin que nadie se le acercase durante los 3,5 kilómetros de carrera hasta Gaia, en las inmediaciones del puente de Luis I, que es el emblema eiffeliano de Oporto. Pero no hay que ser mal pensados, aunque la victoria haya coincidido con el año en el que Cockburn cumple dos siglos de existencia. Lo importante es que las regatas de rabelos sirven de esparcimiento popular (y si no que se lo digan a las miles de personas que se congregaron en las orillas del río mucho antes del pistoletazo de salida) y de publicidad para las bodegas de Oporto, cuyos logos aparecen a todo trapo en las velas de los barcos. Este año fueron 14 embarcaciones de otras tantas empresas. Dicen que es un juego, que nadie se toma demasiado en serio, que casi ninguno de los tripulantes es un experto, que lo único que cuenta es su difusión, la foto. ¡Y vaya que sí las hicimos! Que incluso la hora en la que se celebra, a partir de las cinco de la tarde, no es la mejor para los vientos. En su primera edición, en 1983, se realizó por la mañana, cuando soplan más favorablemente para la navegación, pero era demasiado pronto para los espectadores. Así que, como el guión del espectáculo lo exigía, pronto se cambió el certamen a las tardes de la Fiesta de San Juan. Se trata de divertirse y difundir el nombre de Oporto. (Allí todavía no utilizan la cursilada de “Marca Oporto”). Antiguamente, antes de construirse el ferrocarril e incluso las carreteras, las bodegas más remotas de la región del Alto Duero (Douro Superior), ya cerca de Salamanca, solo eran accesibles por vía fluvial. Así surgieron los rabelos, embarcaciones de poco calado, sin quilla y fondo plano para transportar por los entonces peligrosos rápidos del Duero los barriles (pipas) de vino (hasta cien) a las bodegas de Gaia, frente a Oporto, donde el caldo se almacenaba, fermentaba y embotellaba para luego distribuirse por todo el mundo. Hay referencias de la existencia de rabelos ya en 1792, gracias a los permisos concedidos por la Compañía General de Agricultura. Con un tamaño que va de 19 a 23 metros de eslora, una manga de hasta 4,5 metros y una tripulación de seis o siete marineros, no es precisamente una embarcación diseñada para correr, y menos aún cuando se le añadió una gran vela cuadrada en su único mástil, que entorpece la visión del timonel encaramado en una rudimentaria plataforma junto a la popa. Los rabelos vivieron su época dorada a mediados del siglo XIX. En 1887 se inauguró la primera parte del ferrocarril del Duero, con lo que empezó su declive. En los años 60 se construyeron las primeras presas que cortaban el libre fluir de las aguas del Duero, y 1964 fue el año del último viaje comercial de un barco rabelo, y del principio de su utilización en la industria turística como emblema de Oporto y sus vinos. Con todo, ahora se habla mucho más que nunca de estos barcos con rabo. VolverDejar un comentario