La llamada de la seta

«Mariseta» Díez nos explica sobre el terreno
las peculiaridades de una seta


Todos lo años por estas fechas mucha gente siente algo así como la llamada de la seta. Ropa de abrigo e impermeable, por si acaso (aunque cada vez llueve menos), calzado cómodo y fuerte, cesta de mimbre, navaja, cepillito, y muchas ganas de andar entre pinares y robledales. Es el equipo de todo buen buscador cuando atiende a la telúrica convocatoria, y aunque la temporada “empieza el 1 de octubre y acaba el 30 de septiembre”, es por San Miguel (más o menos) cuando sube la fiebre.
Este año me han invitado a una excursión en Soria, capital de las setas. De éstas solo sé que están buenísimas, sobre todo cuando las preparan en el restaurante Tras os Montes de José Alves, para formar parte de un plato de bacalao al estilo Alentejano. Y poco más. La jornada comienza en Soria capital donde la consejera de Cultura y Turismo de Castilla y León, Alicia García, presenta la III edición del Congreso Internacional Soria Gastronómica, que se celebrará durante los días 29 y 30 de octubre y contará con la presencia de 26 cocineros de cinco nacionalidades “con contrastada experiencia en el mundo de la micología”, seis extranjeros procedentes de Suecia, Portugal, Canadá e India (!!), a los que se suman otros 20 españoles, 14 de ellos de Castilla y León, con la intención de “apostar por los restaurantes especializados en micología de Castilla y León”, puntualiza la consejera.
Como teoría no está mal, pero lo que queremos es la praxis. Y ya que estamos en Soria nos dirigimos antes de que sea más tarde a lo que llaman simplemente El Valle, la “Pequeña Suiza” “donde el Duero apacigua su juventud temprana”. Numancia, la heroica; Vinuesa, la puerta de la Laguna Negra; Navaleno, la setera. En esta última localidad tengo la suerte de tener como guía a Jesús Javier Andrés Barrio, presidente de la Asociación Micológica local, más que un aficionado a las setas, un entusiata de los hongos. Para empezar deja bien claro que hongo es la planta que se encuentra bajo tierra formando una red o micelio, y que seta es el fruto de ese hongo. Y que por aquí a los boletus edulis, la reina de las setas, se les conoce simplemente como “los hongos”, o incluso como “los migueles”, pues salen por San Miguel (29 de septiembre). Pero que este año, como ya suele ser habitual, vienen retrasados por culpa del clima.V
Con él y con Marisa Díez (una vasca enamorada de los pinares sorianos) y su marido, Ángel Leiva, aprendo muchas cosas de este maravilloso y desconocido mundo. El matrimonio es tan forofo que ella prefiere que la llamen “Mariseta” y dice (¿en broma?) que Ángel es “hongosexual”.
Aprendo, por ejemplo, que solo en los bosques de Navaleno, como el de la Fuente del… (perdón, debo de mantener la incógnita) en el que nos encontramos, hay 240 variedades de setas censadas, de las que un 10% son comestibles. De que los profanos siempre nos interesamos por si se pueden comer, cuando a un verdadero micólogo lo que le interesa es su belleza, sus características, su rareza… (como si fueran flores) y en último lugar sus cualidades gastronómicas. De que en realidad todas las setas son tóxicas (aquí no se ponen de acuerdo los expertos) en mayor o menor medida porque todas absorben los metales del suelo, pero que no todas son peligrosas y mucho menos mortales, dependiendo, una vez más, de la dosis. Y de que cuando son venenosas, la única forma de evitar el emponzoñamiento es no comiéndolas, que eso de cocinarlas mucho o meter una pieza de plata en la cazuela no sirve absolutamente para nada. Aquí rige también el viejo principio hipocrático: en la duda, abstenerse.
Acaba la jornada cuando el sol se pone por la Sierra de Cabrejas y la cesta está medio vacía, aunque vamos a ser optimistas y la vemos medio llena. Prometemos volver a Navaleno antes de que acaben sus XX Jornadas Micológicas el 4 de noviembre, a ver si para entonces ha llovido y tenemos más suerte. ¿Más todavía? Volver

Los churros también son chinos

Friendo “youtiaos” en una churrería de Xiangxi (Hunan, China)


La centenaria chocolatería madrileña San Ginés (la “Buñolería Modernista” de la valleinclanesca “Luces de Bohemia”), acaba de abrir una churrería en Shanghái. Con este motivo la prensa española ha vertido ríos de tinta sobre la llegada de los churros a China, sobre la sorpresa que se han llevado los chinos con esta fruta de sartén tan española y novedosa por aquellas tierras. Hace cinco años pasó algo parecido con el jamón serrano. En ambos casos se equivocan. Tanto el pernil curado como los tejeringos, son más chinos que Fu Manchú (nefasta invención de un mediocre novelista británico) y lo único que han hecho, como el hijo pródigo, es volver a casa, aunque aún no sea Navidad.
En esto pasa como en muchas otras cosas, creemos que algo es tan nuestro que no nos resignamos a admitir que su origen sea foráneo. Dile a un chulapo chamberilero que el chotis (el que baila sin salirse de la baldosa) es de origen checo… O a un italiano que en China se han encontrado cerca del Río Amarillo espaguetis petrificados de hace más de 4.000 años, y que Marco Polo fue el que los llevó a Venecia en el siglo XIII. No lo admitirán.
Como no admiten muchos españoles que el jamón serrano, es decir el pernil curado de cerdo, ya se produjese en China, concretamente en la provincia de Zhejiang, hace 1.200 años. Y que el “hou tui” (“hou”=fuego, “tui”=pata), es decir el jamón ahumado, elaborado con cerdos de la raza autóctona “wumeng”, se comercializase en la provincia de Yunnan al menos desde 1727, según referencias escritas.
Pues algo parecido ocurre con los “you tiao” de los que se tiene constancia de su existencia en China al menos desde hace ochocientos años. Literalmente “you” significa aceite y “tiao” tira o palo, así que los “you tiao” son palos de aceite, palos fritos. Tanto su apariencia como su sabor son idénticos a las porras españolas. Masa de harina y sal, frita en aceite, que los chinos toman para desayunar con leche de soja (dou jiang) desde tiempos inmemoriales.
Estas porras también reciben el nombre de “you zhagui”, fantasmas fritos. Y rastreando su origen podemos acercarnos al de los churros.
Durante la dinastía Song (960–1279) un perverso primer ministro llamado Qin Gui, manipulado por su perversa esposa, mandó ejecutar al general Yu Fei acusándolo falsamente. Pero la población reaccionó favorablemente al militar asesinado, cuya popularidad después de muerto creció a la par que desaparecía la del pérfido primer ministro. Tanto es así que un repostero confeccionó unas tiras de masa fritas a las que puso un nombre que incluía la palabra “Gui”, el nombre del homicida, pero que también puede significar “fantasma”, y las frió. Nacían así los “you zhagui” (you=aceite, zha=freir, gui=fantasma), es decir, fantasmas fritos. Esta historia explicaría también por qué las porras chinas van siempre unidas de dos en dos tiras: representan al matrimonio asesino.
Se supone que los mercaderes portugueses probaron por primera vez estos churros en Macao hacia el 1600 y desde allí los trajeron a la Península Ibérica, donde en poco tiempo se convirtieron en una comida básica de los pastores, ya que durante muchos días no tenían acceso al pan fresco y freían su propia masa de harina en tiras cortas y posteriormente estriadas. El motivo de que la llamasen “churros” no está claro. Algunos se inclinan por pensar que fue por analogía con los cuernos estriados de las ovejas churras.
No fue hasta comienzos del siglo XIX, ya totalmente olvidado su origen, cuando se popularizó en Madrid el desayuno con churros, seguramente introducido en las verbenas o kermeses (palabra de origen flamenco, pero que no se entere Don Hilarión que le da un patatús) por los feriantes ambulantes.
En cualquier caso, los “churros”, con este nombre castellano, ya se vendían hace años en locales de Pekín y Shanghái y muchos chinos los aceptaron, junto con el Kentucky Fried Chicken, como una moda extranjera y moderna, algo así como cuando en España se implantó la Coca Cola en los años 50 como la bebida de la modernidad, sin acordarse de su origen: la zarzaparrilla española, conocida desde el siglo XV. El mundo es un pañuelo… de seda china, claro. Volver

Los chinos han invadido el AVE


Voy tan a gustito dando una cabezada en mi butaca del AVE. Abro los ojos y veo que mi vecina es china, al otro lado del pasillo van también dos chinos. Una escena cada vez más normal. Pero de repente me doy cuenta de que solo oigo hablar en chino (mandarín para más señas) en todo el vagón. Me levanto, miro hacia atrás y todos, absolutamente todos los viajeros son chinos. El cartel luminoso que indica que nos movemos a 306 km/h también está en chino. La azafata es china. ¡Los chinos han invadido el AVE!
Es verdad que los turistas chinos en España cada vez son más numerosos. El año pasado dos millones y medio vinieron a Europa y de ellos 102.000 pasaron por España. Se calcula que en 2016 habrá 100 (cien) millones de chinos viajando por todo el mundo y que en 2020 China será el principal emisor de turistas, ahora solo superada por Alemania y Estados Unidos. Hasta el gobierno español ha manifestado que su objetivo es captar un millón de turistas chinos en los próximos ocho años. Sin embargo todo esto no justifica que me encuentre rodeado de ciudadanos asiáticos.
Cierro los ojos y los vuelvo a abrir, allí siguen, no ha sido un sueño. Lo que pasa es que en realidad no estoy en el AVE sino en el CRH, el tren de alta velocidad chino. Voy de Chenzhou, donde he asistido al Festival Internacional de Turismo de de Hunan, a Changsha, la capital de la provincia, que con sus 6 millones de habitantes es, según me dice mi vecina de asiento, “una ciudad pequeña”. Todo es relativo.
Los 333 km. que separan las dos ciudades los recorremos en poco más de una hora. China tiene una red de ferrocarriles de alta velocidad de 13.000 km., la más larga del mundo, y sigue construyendo más con la previsión de alcanzar los 40.000 km. a finales de 2015.
La estrella de los trenes chinos es sin duda el de levitación magnética, Maglev, que con una velocidad punta de 430 km/h recorre desde 2004 los 30 km. que hay entre Shanghái y el aeropuerto de Pudong en 8 minutos. Pero la línea más popular es la que va de Pekín a Shanghái: 1.318 km. Y ya están bastante avanzadas las pruebas de un nuevo tren que alcanzaría velocidades superiores a los 500 km/h.
Todo esto, sin embargo, es más o menos previsible si tenemos en cuenta que se trata de una segunda potencia mundial con aspiraciones a convertirse en poco tiempo en la primera. Pero los chinos siempre van más allá y nos sorprenden a cada paso. Un ejemplo: ya están estudiando seriamente un prototipo de tren rápido que no se detendrá en las estaciones y, sin embargo, sí recogerá y descargará pasajeros en ellas. No habéis leído mal. Y no se trata de subirse o bajarse del tren en marcha. ¿O sí?
Sucede que en los 2.475 km. de un viaje entre Pekín y Cantón, por ejemplo, hoy se efectúan 30 paradas en estaciones intermedias, a un promedio de 5 minutos por estación, el trayecto total se pone en dos horas y media más que si no tuviera ninguna parada. Pero los viajeros tienen derecho a bajarse en ciudades que no sean solo las de cabecera, y a subir desde ellas. ¿La solución? Pues muy “simple”, construir unos nuevos trenes a los que se adosan automáticamente y sin que el convoy se detenga unas plataformas que esperan con los nuevos viajeros en las estaciones intermedias. De la misma manera, los que se van a bajar entran en otras plataformas similares minutos antes de llegar a la estación, y al pasar por ella se desenganchan para que puedan bajar allí. Puede parecer un galimatías, pero no lo es.
Tampoco es ciencia ficción, y dentro de no mucho los veremos en funcionamiento. Mientras tanto (ya dijo un chino que una imagen vale más que mil palabras) os dejo que ellos mismos lo expliquen en este vídeo de Youtube Volver

La verruga más grande del mundo


Podría parecer que me encuentro en una ampliación de las estatuas gigantes de granito del Monte Rushmore en Dakota del Sur, Estados Unidos. Pero evidentemente esta ilustre cabeza no es la de Jefferson, ni la de Washington, ni la de Roosevelt, ni la de Lincoln. El letrero grabado en la roca es una buena pista para localizar mi ubicación, y la verruga de esa cara, seguramente la mayor del mundo, puede llevarnos hasta la identidad del personaje.
Evidentemente estoy en China, y más concretamente en la provincia de Hunan. He venido al Festival Internacional de Turismo. Varias delegaciones de todo el mundo nos hemos reunido aquí para conocer de primera mano las posibilidades de esta región poco conocida fuera de China..
Aquí (en China) todo es enorme, no solo la escultura de la foto. Hunan, una provincia con una extensión equivalente a la mitad de España y una población de más de 70 millones de habitantes, es famosa por su espléndida naturaleza, montañas, ríos, lagos y parques naturales patrimonio de la humanidad. También por su cocina picante, una de las ocho grandes de China, que rivaliza con la de Sichuán. Pero su mayor fama le viene por ser la patria chica de grandes figuras de la historia, desde literatos a pintores y políticos de todos los tiempos. Entre todos destaca Mao Zedong (1893-1976), el controvertido revolucionario sin el cual no habría sido posible el actual desarrollo del país.
Sin embargo los chinos actuales, zumbones e irónicos, dicen que Mao comparte estrellato con una hunanesa actual, la popularísima cantante Song Zuying (1966). Es una broma, claro.
Estoy en la capital de la provincia, Changsha, concretamente en el llamado Parque de la Isla de las Naranjas, en medio del río Xiang, de reconocidos cítricos (naranjas, mandarinas y pomelos) y escenario por el que paseaba y se bañaba a menudo Mao en los años 20, mientras estudiaba para maestro en la Escuela Normal Nº 1. Es en esta época cuando se empapó de las ideas del socialismo comunista, y en esta isla donde se inspiró para componer su poema “Changsha”: “…Absorto ante tanta inmensidad / me pregunto en este infinito escenario / ¿quién rige el destino de los hombres?”.
Hoy la isla de las Naranjas es un cuidado parque de 5 km. de largo por de 50 a 200 metros de ancho en el que se ha levantado esta enorme e infrecuente estatua de un Mao joven. Tenía 32 años, por eso mide exactamente 32 metros de altura.
Para los chinos la numerología es muy importante. Hay números auspiciosos y otros de mal agüero. El 4 es tan negativo que muchos edificios saltan del tercero al quinto piso para evitar el 4, que suena como la palabra “muerte”. El 8, sin embargo, es con diferencia el más afortunado, suena como “riqueza”. Recordemos que la Ceremonia de Apertura de los Juegos Olímpicos de Pekín empezó el 8 de agosto de 2008 a las 8 de la tarde, 8 minutos y 8 segundos, es decir 08/08/08/08/08/08. Seguramente por eso salieron tan bien.
Otras veces simplemente hacen juegos de palabras con los números: los “Tres Anti” (una campaña política de los años 50), la “Banda de los Cuatro” (grupo de dirigentes ultraizquierdistas), los “Cinco Clásicos” (libros), los “Ocho Inmortales” (dioses), etc, etc.
Pues con esta estatua de Mao no iba a ser menos. A los 32 metros (años) de altura, se suman los 83 metros de anchura y los 41 de profundidad. Se dice que en una ocasión un monje del templo de Tayuan, en el monte Wutai, vaticinó a Mao que viviría 83 años (acertó) y que sería el máximo dirigente del Partido Comunista durante 41 años (¡bingo!, exactamente, desde la Reunión de Zunyi en 1935 hasta su muerte).
Más aún, cuando Mao creó un regimiento especial para que se encargase de la custodia y de los principales dirigentes del Partido Comunista ¿a que no sabéis que nombre le puso? Pues ni más ni menos que “Unidad 8341”.
El 26 de diciembre de 2009, aniversario del nacimiento de Mao, se inauguró esta gigantesca estatua, que no mira al monte Yuelu, como debería ser siguiendo la tradición, si no a los modernos rascacielos, algunos todavía en construcción, de la ciudad de Changsha. Los tiempos cambian. En su construcción se emplearon 8.000 bloques de granito. De nuevo el favorecedor número ocho. La enorme verruga que Mao tiene bajo los labios ocupa uno entero. Volver

Cualquier tiempo pasado fue más gris


La nostalgia es un sentimiento que tarde o temprano nos invade a todos. Cuanto más viejos seamos, más. Es la tristeza por algo bueno perdido. Algo que creemos bueno, mejor de lo que hay ahora. En los viajes, ¡cuántas veces he oído eso de “Hay que ver como estaba esto hace veinte años”! Y yo siempre respondo: “Pues alégrate de verlo como está ahora, que dentro de otros veinte años estará peor”.
En la fotografía (de viajes o no) sucede lo mismo. Fácilmente tendemos a pensar que las fotos antiguas son mejores que las actuales. Que las analógicas tienen una calidad que nunca alcanzarán las digitales. Hay una especie de melancolía por la época del blanco y negro, por aquellas excelentes fotos de Roger Fenton, Felice Beato, Ansel Adams, Henri Cartier Bresson e incluso Robert Capa. Y podemos llegar a pensar que si nosotros también las hacemos en blanco y negro podremos alcanzar aquella calidad. No nos damos cuenta de que aquellos maestros utilizaban la técnica de la que disponían, la película en blanco y negro. No tenían más remedio. Ellos eran los maestros, no los medios que usaban. Algunos llegan al colmo de tomar el original en color y luego someterlo a un programa decolorante. Es como arrancarle las plumas a un pájaro para impedirle que vuele. Los resultados suelen ser patéticos, y más teniendo en cuenta que hay fotos, imágenes, temas, que admiten un tratamiento en blanco y negro (más contraste, más dramatismo) pero muchos otros no.
Algo parecido sucede con la aplicación Instagram que da una pátina vintage a cualquier foto y la deja con colores arcaicos, desvaídos. Las imágenes pasadas por Instagram intentan recordar a las de la antigua cámara Kodak Instamatic o a la Polaroid con sus tonos opacos y granosos. Incluso adopta un formato cuadrado con el borde redondeado como en las copias que nos hacían los laboratorios hace bastantes años.
En cierto modo también sucede con el audio. Hay nostálgicos a los que les gusta oír las frituras que aparecen en los vinilos frente al sonido limpio digital. Aseguran que la calidad de un mp3 es muy baja sin darse cuenta de que el oído humano no va más allá.
En realidad a unos y a otros no les gusta ese color (o falta de él) o ese sonido, añoran lo que ellos eran cuando veían esas fotos u oían esos discos, es decir, más jóvenes.
Yo cuando hago fotos no pretendo ser un artista (tonto pero no tanto), me conformo con seguir siendo un periodista (gráfico, eso sí) que aspira a dar información también con las imágenes. Y en mi modestísima opinión, el color da mucha más información que el blanco y negro.
Así que menos cuento y más destreza.
Y valga todo lo dicho antes justo ahora, que acabo de ser miembro del jurado de un concurso fotográfico y que he votado como mejor fotografía a una en blanco y negro… porque era la mejor, vamos creo yo. Volver

La vuelta al mundo sin salir del Price


Lo bueno de los que no veraneamos es que no tenemos que escoger salomónicamente entre playa o montaña. Lo bueno de los que no somos de pueblo es que no tenemos que escoger sentimentalmente entre él o Madrid. Yo no veraneo, pero paso el verano (la mar de bien) en Madrid, y sin dejar de viajar. El otro día, sin ir más lejos, me di un garbeo por Andalucía, Francia, Italia, Turquía, Estados Unidos, Brasil, Japón…sin salir de la ciudad.
No es nada nuevo, ya en el s. XVIII el francés Xavier de Maistre, en arresto domiciliario por pendón, escribió su célebre “Viaje alrededor de mi habitación”, un extraordinario libro de “viajes” sin salir de casa, aunque en cuanto le dejaron salió corriendo. Y muchísimo antes, varios siglos antes de Cristo, el filósofo chino Lao Tsé sentenció: “Sin salir de la puerta se conoce el mundo”. Y se quedó tan pancho.
El otro día actuó en el Circo Price de Madrid la orquesta Pink Martini. Debo de reconocer que no tenía ni idea de su existencia, y que, cuando mi amiga Çagla de Pasión Turca me invitó al concierto, tuve que meterme en la Wikipedia y el Youtube para informarme un poco. Por no saber, hasta desconocía que existiera el Martini rosa. Conozco el rojo, el blanco… A lo mejor mezclándolos.
Volvían los Pink Martini a Madrid (ya habían estado en 2010) para presentar su último trabajo, “A Retrospective”, aprovechando la programación de los Veranos de la Villa. La antigua fábrica de galletas se llenó a tope. Salvo el escenario, claro, las gradas con asientos y la pista (de pie) se abarrotaron con más de 2.000 personas de todo tipo: mayorcitos y jóvenes, emparejados y agrupados, sobrios y alegres. (¿Dónde me encuadráis a mí? No doy premio al que lo acierte ¿eh?). La mayoría gente guapa, todos con ganas de divertirnos. Y no salimos defraudados.
Pink Martini es una piccola orchestra de doce elementos que, según dicen ellos mismos, tocan un “pop global”. Su música, como el buen vino, entra muy fácil, sin exigir del espectador una gran concentración, pero inmediatamente se sube a la cabeza para bajarse a los pies. Muchos espectadores de las gradas no tardaron en bajar a la pista para seguir la audición bailando, aunque sus entradas eran “de las caras”. Melodías aparentemente simples que esconden detrás a doce virtuosos educados, en su mayoría, en la música clásica. Me recordaron a lo que dijo una vez Picasso al referirse a sus sencillas palomas de la paz: Para llegar a pintar así de fácil he tenido que copiar centenares de complicadas palomas académicas.
Aunque siempre con un toque vintage convenientemente actualizado, se camuflan como camaleones y pasan sin solución de continuidad de la salsa caribeña a la música italiana de los 60, las bing bands americanas, las bandas sonoras de las películas de cine negro de los 40, los boleros más canallas… y hasta las piezas de cámara más intimistas. En varios idiomas (dicen que cantan hasta en catorce) nos pasearon por medio mundo sin fronteras ni aduanas. ¡Qué bueno!
El grupo nació en Portland, Estados Unidos, de donde es su director, Thomas Lauderlade, un político decepcionado, hoy pianista gesticulante y alegre, admirador de Almodóvar y un poco trasunto de Boris Izaguirre teñido de rubio. Rubia es también su actual cantante, Storm Large (Gran Tormenta), de físico exuberante y buen chorro de voz. Por sí sola llena el escenario revelando que tiene muchas tablas tanto por su procedencia de actriz, como por haber intervenido con éxito en el reality show de la CBS norteamericana “Rock Star: Supernova”. Espectacular el tatuaje “LOVER” que le cubre buena parte de la espalda, y espectaculares sus declaraciones que salían al paso del rumor sobre si es bisexual: “Lo que soy es sexualmente omnívora”. Vamos, que se lo come todo.
Gran Tormenta no desmerece para nada cuando emula a Rita Hayworth: “Amado mío, love me forever…”; a Silvana Mangano: “Ya viene el negro zumbón bailando alegre el bayón…” o a la mismísima Raffaella Carrà: “Si chiama: Tuca Tuca, Tuca, l’ho inventato io…”. O cuando juega a ser Edith Piaf cantando “Je ne veux pas travailler”, uno de los pocos temas originales de Pink Martini que fue fondo musical del anuncio de un Citroën e himno de guerra de los sindicatos franceses.
Lo dicho, una vuelta al mundo sin salir del Price y en sólo… pues no sé exactamente el tiempo que duró el concierto, cuando miré el reloj una de las manillas se me había caído de tanto aplaudir. Buena señal ¿no? Volver

No conozco Estambul


No te dejes engañar por la foto. Aunque me veas junto a la Mezquita Azul de Estambul, yo no conozco esa ciudad. No se trata de un fotomontaje, es verdad que he estado varias veces en la capital turística de Turquía, pero también es verdad que no conozco Estambul.
Y es que no es lo mismo haber estado en un lugar que conocerlo. Hace poco me preguntaron que si conocía Alaska (el estado, no la cantante). Pues he estado en Alaska pero no la conozco. Una cosa es haber viajado a un lugar, haber estado en él, incluso varias veces, y otra muy distinta conocerlo.
Pensándolo bien, conozco muy pocos lugares. E incluso si aceptase el sentido habitual que se da al verbo “conocer” (se conoce al país donde se ha estado), resulta que no he estado en tantos.
También hace poco (estratagema para no decir exactamente la fecha) me preguntaron los de una revista en la que colaboro de vez en cuando y en la que me consideran un viajero impenitente (que se obstina en el pecado), que cuántos países conocía. Pues ni idea. Cogí en internet una lista de países del mundo y fui tachándolos. De un total de 214, no llegaba ni a cien. Después de estar casi cuarenta años viajando profesionalmente, hay más países en los que no he estado que en los que sí. Claro que entre los que no “conozco” están, por ejemplo, Yibuti, Islas Feroe, Jersey… No se trata de menospreciar a esos lugares, yo soy de los que creen, como Paul Theroux, que “todos los lugares, sin importar la ubicación o el nombre, merecen ser visitados”. Pero entre Italia o San Marino… ya me diréis.
Me han contado que hay quien colorea en un mapa los países que “conoce”. Curioso sistema, porque si ha estado en Pekín, colorea toda China; si ha estado en Nueva York o en Moscú, colorea todos los Estados Unidos o toda Rusia (hace unos años incluso toda la Unión Soviética). El resultado es una enorme mancha en el mapamundi. La sensación visual es de que ha estado en (no digamos que “conoce”) casi todo el mundo. Sensación más falsa que un 31 de febrero.
Ya se que todo es relativo, y que aunque por haber estado en casi un centenar de países (generalmente los más importantes) muchos me pueden considerar un Willy Fog cualquiera, a todo siempre hay quien gane.
Pero me reitero en mi tesis fundamental. Haber estado no significa forzosamente conocerlo. Y haciendo uso de la prerrogativa que tengo por ser casi un abuelo Porretas viajero, vuelvo a un cuento chino que me gusta repetir y del que he oído/leído al menos una docena de versiones. La primera vez creo que se lo escuché al embajador de México en Pekín en 1985, cuando yo era corresponsal en China. En resumen la historia dice que el que viaja una semana a China quiere escribir un libro sobre el lugar. El que está un mes se conforma con un reportaje. Y el que vive un año allí se da cuenta de que es muy difícil explicarlo y desiste en el empeño.
Que no, que no conozco Estambul. Volver

Chinchón te da sorpresas


A veces no hay que irse muy lejos para saborear el exotismo. Chinchón, a 45 km. de Madrid, es un claro ejemplo. Me direis que está muy bien, su plaza, su castillo, su anís, sus ajos, sus mesones… pero que de exótico no tiene mucho. Pues no señor. Chinchón es para mí tan insólito como Macao. Sí, sí, como el mismísimo Macao de la China.
Aunque parezca increíble, la primera vez ví Chinchón era Macao. Me explico: fue en la película de Orson Welles “Una historia inmortal”, varias de sus escenas estaban rodadas en el pueblo madrileño, figurando en la ficción que se trataba de Macao. La verdad es que los soportales y algunas callejas con unos cuantos carteles en chino tenían una apariencia muy similar al barrio de A Ma en el entonces enclave portugués. La película, clasificada de “arte y ensayo” se estrenó en el madrileño cine Palace (hoy desaparecido) a finales de 1968, el mismo año de la Primavera de Praga, de la victoria de Massiel en Eurovisión con el “La, la, la”, y del mayo francés. Extraño año.
Chinchón, escenario de muchas otras películas, empezó a destacar en el mundo turístico en aquella época gracias al eslógan “Chinchón: anís, plaza y mesón”, creado por un chinchonense (o chichonete) de vida, y sobre todo de muerte, muy peliculera. Se encontraba Venancio Hernández, que así se llamaba el publicista, trabajando en una viña de su propiedad a orillas del río Tajuña cuando un desconocido malencarado le pidió algo para comer. Venancio le dijo que trabajase, que era joven. La mala fortuna quiso que el desconocido fuera nada más y nada menos que Manuel Delgado, “El Arropiero”, el mayor asesino en serie de España con al menos 22 muertos a sus espaldas. En ese mismo momento Venancio pasó a engrosar la lista de sus víctimas.
Chinchón es una caja de sorpresas, “Tiene una torre sin iglesia, y una iglesia sin torre”. La torre es la del Reloj, y la iglesia la de la Asunción. Situada ésta última en una colina en la que me encuentro y desde la que se contempla perfectamente la famosa Plaza Mayor del pueblo (perdón de la ciudad, título que le concedió Alfonso XIII en 1916). El edificio, macizo, es el que aparece coronando la mayor parte de las fotos de la plaza. Es interesante por su mezcla de gótico, plateresco, renacentista y barroco, pero lo más curioso es un cuadro de Goya que preside desde 1812 el retablo principal. Se trata de la Asunción de la Vírgen, un gran lienzo de 311 por 240 cm. Encargado por su hermano Camilo, que fuera capellán de esa parroquia. El lienzo está estéticamente emparentado con los frescos de la ermita de San Antonio de la Florida, en Madrid, pero su mayor singularidad (otra sorpresa chinchonensa) es el tratamiento poco religioso que da el genio de Fuendetodos al tema de la obra. María lleva una atrevida túnica rosa en vez de blanca, color de la pureza. Y además está bastante ceñida, marcándosele el pecho y la cintura. Los querubines, especialmente el que va vestido de color oro, son adolescentes musculosos que exhiben buena parte de su cuerpo desnudo. Y la cabeza de la Virgen no lleva aureola, símbolo sagrado, aunque la luz que viene del cielo pueda parecerlo. Volver

Cowboy de mediodía


Aunque lo parezca, no es una convención de petroleros texanos, ni de ricachones riéndonos de la crisis, ni la secta de los gorros blancos, ni tan siquiera somos el club de fans de JR, el malvado de la serie “Dallas”.
Se trata de la presentación conjunta del Aeropuerto Dallas-Fort Worth, American Airlines, British Airways e Iberia, de su estrategia para 2012. Entre las novedades destaca una nueva terminal del Aeropuerto de Dallas, la D, más rápida y eficaz; los 1.000 millones de dólares que American Airlines ha invertido en la renovación de su flota, con lo que en 2017 será la “más joven y moderna” del sector; y que la “joint business” formada por American Airlines, British Airways e Iberia ya tiene muy avanzado el estudio para la creación de una ruta directa entre Barcelona y Dallas.
El marco incomparable (suele haber uno) es el Casino de Madrid, donde siempre merece la pena ir aunque sólo sea para saborear el “esférico de aceituna verde”, un maravilloso invento del chef Paco Roncero que estalla en la boca con todos los sabores de la oliva, aunque en su composición lleve productos tan inquietantes como la goma xantana, el cloruro cálcico, o el alginato sódico.
Pues aquí estamos los periodistas y touroperadores brindando con vino de Somontano y tocados con los sombreros texanos que nos regalaron a todos y cada uno de los asistentes a la presentación. No saben los amigos de Dallas que pocos regalos me harían más ilusión que este Stallion By Stetson, modelo Westener. Y es que “Stetson, it’s not just a hat, it’s the hat”, el Rolls Royce de los sombreros.
Seguramente porque no es tan fácil encontrar mi talla de ropa, siempre me he preocupado más por los complementos, y entre ellos los sombreros son mi debilidad. Los habituales de este blog lo saben perfectamente, pues en la mayoría de las fotos en las que salgo llevo puesto mi Panamá, y ese sombrero, presente en todos los banners del blog, es ya el emblema de estas páginas.
Cada vez que voy a Ecuador (porque el Panamá es originario de este país, no del del Canal, ved mi post “Panamá de Ecuador”) seguro que cae un jipijapa. No solo por su calidad y belleza, también porque se puede doblar de cualquier manera y cuando se desdobla, ya sean muchos días después, vuelve a su forma original como por arte de magia. Sin embargo, en más de una ocasión en México he estado a punto de comprarme un jarano como éste, pero la rigidez de sus hechuras almidonadas hacen imposible guardarlo en la maleta, y no es plan ir durante todo el viaje tocado con el sombrero como un Pedro Infante, un Jorge Negrete, o un Vicente Fernández cualquiera.
Así que aquí me tenéis feliz como un cowboy de mediodía (el de medianoche era Jon Voight), en el recuadrito inferior, gracias a una imagen que me tomó en el lugar del crimen mi amigo David Fernández. Volver

8 comentarios (+¿añadir los tuyos?)

  1. Fernanda Sanchez
    Jun 14, 2012 @ 16:18:31

    Hola Fernando, saludos desde Ecuador!!!! me encantó su comentario sobre los «Panama Hat» de mi país (sombreros de paja toquilla). El Ecuador es maravilloso por su diversidad, desde los Andes, la Selva Amazónica y las famosas Islas Galápagos; le invito a que nos visite, nos encantaría tenerlo como huésped en uno de los cruceros de los Yates Tip Top (www.rwittmer.com)

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    • Fernando Pastrano
      Jun 14, 2012 @ 17:35:53

      Hola Fernanda. Ecuador es un país que me apasiona. En octubre de 2010 publiqué un largo reportaje en la revista Top Viajes:
      sobre las islas Galápagos. Y en febrero de 2011, en la misma revista, otro sobre la Amazonía Ecuatoriana: que espero que le gusten.
      Acabo de ver su web de Yates Tip Top y he quedado impresionado por los servicios que ofrecen. Ojala haya la oportunidad para visitarlos.

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  2. josé luis del moral
    Jun 30, 2012 @ 06:06:20

    De Chinchón a Dallas en un instante. Y con comentarios siempre sabrosos, como los experimentos de Roncero.

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  3. viajero impertinente
    Jul 09, 2012 @ 08:43:32

    Yo iría aún más lejos. Soy español y no conozco España, castellano y no conozco Castilla, pero es que soy madrileño y me doy cuenta que no conozco Madrid. Sé de otros que no pintan los mapas sino que lo tienen colgado en una pared y van colocando alfileres de colores. Igual un día de estos también lo hago yo.

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  4. cesar
    Jul 10, 2012 @ 18:36:54

    Completamente de acuerdo. Estar es un lugar no significa conocerlo. Muchos «viajeros» solo buscan la foto. Conocí a una pareja que tenia varias enmarcadas en su casa donde lo único que variaba era el monumento detrás de ellos: la muralla china, Machu Pichu, la torre de Londres… Lo mejor para conocer un lugar es que no haya ningún «conocido» contigo. Es horrible encontrarte en la plaza Roja con el vecino del tercero o la prima de tu cuñado.

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  5. Arol
    Ago 25, 2012 @ 22:08:44

    Me quedo con la frase » no es lo mismo haber estado en un lugar que conocerlo». Estoy completamente de acuerdo contigo.

    Un gran abrazo

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  6. begoña
    Sep 05, 2012 @ 20:55:46

    te sienta divinamente el Stetson…

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