El último hielero del Chimborazo, quizá del mundo

Con Baltazar Ushka en la estación de Urbina (Ecuador). Foto: P. Arcos.

Con Baltazar Ushka en la estación de Urbina (Ecuador). Foto: P. Arcos.

A más de 3.600 metros de altitud no es extraño estar afectado por el mal de altura que, entre otras cosas, puede producir alucinaciones. Pero Baltazar Ushka es real, de carne y hueso, lo puedo tocar, lo puedo escuchar. Y su historia, por extraña que pueda parecernos, es auténtica.
La de Urbina (3.609 m.) es la estación de ferrocarril más alta del Ecuador. Hasta aquí hemos llegado en el fabuloso (en su más pura acepción) Tren Crucero para tener una de las experiencias más interesantes de todo el recorrido: conocer al último hielero del Chimborazo. La verdad es que la puesta en escena puede parecer una auténtica turistada, pero merece la pena.
En la cafetería de la estación, un edificio que parece sacado de un trenecito eléctrico y agrandado a tamaño natural, nos dan una infusión de ataco (planta conocida también como sangorache o amaranto negro, un purificador de la sangre) y nos muestran un video sobre la vida y milagros de Baltazar Ushka, un indio quechua que acaba de cumplir 70 años y que desde los 15 ha estado subiendo dos veces por semana por las laderas del Chimborazo, la montaña-volcán más alta del Ecuador (6.310 m.), en busca de sus hielos perpetuos, de lo que él llama la “Razu Surcuna” (Mina de Hielo), que se encuentra en una morrena del glaciar Carlos Pinto. Los cortaba en bloques de unos 20 kg., los envolvía en paja y los bajaba en tres burros, durante cuatro horas, hasta las poblaciones de Guaranda, Guayaquil, Babahoyo y Riobamba. Allí los vendía. Hace cinco años que la edad y los refrigeradores le han obligado a retirarse, aunque todavía sube de vez en cuando. También ha influido el cambio climático: la capa glaciar del volcán pierde 70 centímetros cada año.
Baltazar, su hija Carmen, el hielo y la paja. Foto: P. Arcos

Baltazar, su hija Carmen, el hielo y la paja. Foto: P. Arcos

Baltazar es risueño, amable, naíf. Habla muy poco castellano, pero el suficiente como para recibirnos con su 1,5 m. de estatura en una especie de sala de un museo dedicado al Chimborazo. Poncho rojo, sombrero de fieltro, ojotas desgastadas (abarcas), posa junto a su hija Carmen, que hace las veces de intérprete. Posiblemente sin saberlo, el viejo hielero recuerda cuando su padre le llevó a conocer el hielo, como el coronel Aureliano Buendía de Cien Años de Soledad. “El hielo del Chimborazo es eterno -dice ingenuo- nunca desaparecerá”. Y en esa especie de stand de feria nos hace una demostración de como ataba con paja brava (stipa ichu) esa nieve dura. Aún le queda la suficiente maña para hacerlo con soltura, a pesar de la artrosis que visiblemente deforma los dedos de sus manos.
Luego posa para los turistas. Muy cerca, su hermano Gregorio vende helados hechos con ese hielo a dólar la pieza. Ni él, ni otros miembros de la familia quieren seguir tan penoso y ya poco productivo oficio. Ahora viven tan ricamente subvencionados por el gobierno.
Un trozo de hielo en la mano de Baltazar. Foto: P. Arcos

Un trozo de hielo en la mano de Baltazar. Foto: P. Arcos

Pero históricamente el oficio de hielero ha sido muy duro. La primera cita escrita que tenemos del almacenamiento del hielo data del s. XI a.C. en China. Marco Polo habla de la elaboración y venta de helados varios siglos antes de Cristo. De allí pasaría a la India, Persia, Grecia y Roma.
Los árabes la introducen en Europa, y los españoles llevaron a América eso que en el Quijote se llaman “bebidas de nieve”. Se sabe que el emperador azteca Moctezuma consumía jugos enfriados con nieve de montaña, y que el uso del hielo natural se extendió por toda la cordillera de los Andes.
Hace muchos años conocí lo que quedaba de un pozo de nieve en El Piélago de la Sierra de San Vicente, cerca del pueblo de Navamorcuende (Toledo). Había funcionado desde el s.XVII hasta la guerra civil de 1936, ya estaba abandonado. Ahora acabo de conocer a Baltazar, uno de esos hombres que impresionan. El último hielero del Chimborazo, quizá del mundo. Volver
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1 comentario (+¿añadir los tuyos?)

  1. delmo
    Ago 12, 2014 @ 18:20:13

    Es la ley del frigorífico, en Ecuador acaba con los hieleros lo mismo que en España acabó con los neveros. Al menos Baltazar ahora vivirá mejor y con menos sacrificios.

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