Desde Bilbao a Santurce, pasando por el Puente Colgante

El Puente Colgante, al fondo el barrio de Las Arenas, Getxo. (Foto: Pilar Arcos)

Dice una canción que triunfó en los años 60, aunque su origen es muy anterior: “Desde Santurce a Bilbao, vengo por toda la orilla, con mi saya remangada, luciendo la pantorrilla…” Es una “bilbainada” que popularizó el grupo Los Chimberos y que, puesta en boca de una vendedora de sardinas, describe como estas mujeres llevaban en la cabeza cestas repletas de este pescado desde Santurce hasta Bilbao, donde las vendían por la calle.

Fue tal su éxito que algunos historiadores sostienen que en plena guerra civil, cuando las tropas de Franco tomaron la localidad gerundense de Puigcerdá, en la frontera con Francia, hubo una ceremonia oficial en la que los franceses interpretaron la Marsellesa. Esos soldados franquistas no iban a interpretar el republicano Himno de Riego, pero tampoco sabían cual era el himno de Franco. La situación se desbloqueó cuando un oficial gritó “¡La de Santurce!” y todos empezaron a cantar: “Desde Santurce a Bilbao…”

Busto de Alberto de Palacio, creador del puente. (Foto: Pilar Arcos)

Pues nosotros vamos a hacer este recorrido, pero a la inversa. Desde Bilbao vamos a ir a Santurce solo como pretexto para pasar por el Puente Colgante. Para ello cogemos el Metro y nos apeamos en la estación de “Areeta” (en castellano “Las Arenas”) y bajamos andando unos cinco minutos por la calle Gobela. Ya estamos en Getxo, enfrente, en la otra orilla de la ría del Nervión, Portugalete. Y para atravesarla usaremos el Puente de Vizcaya, más conocido como Puente Colgante.

El puente desde la entrada de la ría. Bilbao al fondo. (Foto: Pilar Arcos)

Considerado como el “Arco del Triunfo” de la nueva era industrial, este fue el primer puente transbordador del mundo construido en estructura metálica, con el fin de unir las dos márgenes de la desembocadura del Nervión sin entorpecer la navegación de los grandes barcos.

Si hubiésemos llegado en barco desde el mar, la ría habría aparecido como un perfecto rectángulo con la ciudad de Bilbao y los montes de Gtorbeia al fondo, Las Arenas-Getxo a la izquierda y Santurce-Portugalete a la derecha.

Una de las torres y la pasarela. (Foto: Pilar Arcos)

Fue inaugurado en 1893 y es uno de los ocho que aún se conservan. En su tiempo, llegó a haber más de 30. Atravesarlo supone ahorrarse un rodeo por carretera de 20 km.

La semejanzas con la Torre Eiffel de París son evidentes. (Foto: Pilar Arcos)

Nada más verlo, no podemos evitar acordarnos de la torre-emblema de París. En efecto, las obras empezaron en 1890 siguiendo el diseño de Alberto Palacio, discípulo del arquitecto de la Torre Eiffel, Gustave Eiffel. Planos sobre los que trabajó el ingeniero Ferdinand Arnodin, especialista en este tipo de puentes.

Desde 2010 la pintura que recubre el puente es de un tono rojizo. (Foto: Pilar Arcos)

A los amantes de las cifras les gustará saber que para construirlo se emplearon más de 21.000 tornillos, casi 11.000 remaches, 88.248 kilos de cables de acero, y 728.447 kilos de hierro laminado.

Desde el primer momento, toda la estructura se pintó de negro, pero ese color hacía que el hierro se dilatase y se deteriorasen algunas piezas. En 2010 se cambió la pintura por otra de tono rojizo inspirada en las vetas de hierro de las minas de Somorrostro.

Entrada a la barquilla. (Foto: Pilar Arcos)

En 2006 fue incluido en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco por ser “una de las obras más destacadas de la arquitectura del hierro de la Revolución Industrial y por el uso innovador de los cables de acero ligero trenzado”.

Máquina expendedora de tickets. (Foto: Pilar Arcos)

Otro dato curioso es que durante la Guerra Civil fue volado por las tropas republicanas para impedir el avance de las franquistas. En 1941 fue reconstruido y desde entonces funciona sin interrupción hasta hoy.

Ascensor en la torre de Getxo. A la derecha, la de Portugalete. (Fotos: Pilar Arcos)

Tiene 61 metros de altura y 160 de longitud. Cuatro torres metálicas, que no pueden negar su origen eiffeliano, (dos en cada orilla) sujetan la pasarela peatonal superior situada a 50 metros de altura a la que se puede acceder por dos ascensores, uno en cada ribera. Desde arriba, las vistas de la ría son espectaculares.

La barquilla con sus dos cabinas y el espacio central para los vehículos. (Foto: Pilar Arcos)
Interior de una de las cabinas. (Foto: Pilar Arcos)

Una gran barquilla colgada por 6 anclajes triples (18 gruesos cables de acero) sirve para el transporte de vehículos y pasajeros. Los vehículos van en el centro al aire libre como si fueran en un barco transbordador. A ambos lados hay sendas cabinas cuya estructura se parece a la de un autobús con amplios ventanales. En minuto y medio pueden cruzar la ría hasta 200 personas. La frecuencia de los viajes es de 8 minutos.

Banda de txistu y tamboril en la calle Salcedo de Portugalete. (Foto: Pilar Arcos)

Conviene calcular la hora para que cuando bajemos sea la de la comida o el aperitivo. Y si no es así, podemos hacer tiempo paseando por las estrechas y empinadas calles de Portugalete, de origen medieval, en las que no es raro encontrarse con alguna banda itinerante de txistu (flauta) y tamboril.

Terraza del restaurante El Paladar La Habana. (Foto: Pilar Arcos)

Casi al pie del puente veremos un bello palacete blanqui-azul. Es el Puente Colgante Boutique Hotel, la mansión de un indiano que volvió de Cuba después de hacer fortuna a finales del siglo XIX. Allí está el coqueto bar Cromwell Cocktail Lounge, donde el barman Manu Barrera prepara espectaculares cubalibres para los que podemos elegir entre más de una docena de rones. Al lado está el restaurante El Paladar La Habana, con una agradable terraza. Sabores tradicionales de la cocina vasca y, cómo no, platos creativos de inspiración cubana. Pero si tengo que elegir una sola de las ofertas de su carta, me quedo con las crujientes croquetas esféricas de foie.

“This is Basque Design”, tienda de regalos en el Espacio DendAZ de Bilbao. (Foto: Pilar Arcos)

Volvemos a Bilbao, una ciudad luminosa y moderna donde se pueden hacer muchas cosas a cual más interesante. Una de ellas es ir de tiendas. Ya lo dije en su día en un reportaje que titulé “De compras por Bilbao”.

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