Mi primera compostela huele a mar

Con mi compostela calentita. Foto Pilar Arcos

Había hecho en un par de ocasiones algunos kilómetros del Camino de Santiago, pero pocos, y por eso nunca me dieron la compostela, el documento que acredita haberlo realizado como dios manda. Ahora por fin lo logré. ¡Aleluya!
El pasado 15 de diciembre el Cabildo catedralicio de Santiago declaró oficialmente el Camino de Muros-Noia como Ruta Jacobea. Una declaración que reconoce este itinerario en igualdad de condiciones que el resto de los caminos, el francés, el portugués, el inglés, el primitivo…
Ha costado algún tiempo que lo reconociesen, ha sido necesario un trabajo de investigación de tres años, en los que se revisó cartografía y documentación histórica, ha sido necesaria mucha fe, mucha imaginación.

Salí de Vigo en velero hasta Portosín y de allí por tierra hasta Santiago


Hay varias rutas marinas y todas acaban en el Camino de Muros-Noia. Todas valen. Yo he realizado la Travesía Náutica Xacobea en un velero de Sailway saliendo desde el Real Club Náutico de Vigo. Tardé dos jornadas en llegar a Muros y de ahí al Real Club Náutico de Portosin, donde desembarqué y seguí en coche hasta llegar a Santiago. También en el coche de San Fernando, un rato a pie y otro andando.

Dichoso aquel que tiene la casa a flote. Foto Pilar Arcos
Comparto el timón con Alejandra. El velero del fondo es como el nuestro. Foto Pilar Arcos



En el barco hay camarotes para dormir. Hicimos paradas (muchas) en las Islas Cíes, Muros, Noia (Portus Apostoli)… ¡Qué maravillas! En Rois, visitamos el Estanco Urdilde, una abigarrada tienda dedicada al Camino (comida típica, recuerdos…); en Bertamirans, la taberna Abelleira (“A casa da fartura onde a amizade madura”) allí hacen unos apoteósicos chicharrones (carne de cerdo) que hace siglos viajaron a América y allí se juntaron con las arepas de maíz.

En el Antigo Hospital do Espiritu Santo de Adentro en Noia. Fotos Pilar Arcos


Lugares fascinantes cargados de color, azules, verdes, ocres, grises… y con un tiempo excelente. Los gallegos suelen quejarse de que en la televisión de Madrid se habla siempre del tiempo que va a hacer en Galicia, como si fuera un sujeto geográfico homogéneo, cuando hay multitud de microclimas gallegos. Tuve suerte, esta vez me tocó el mejor, fresco y soleado.

Cruzando el Puente del Ruso. Foto Pilar Arcos


En el enigmático Puente del Ruso (Outes, A Coruña) noté que pasaba algo extraño. Mi sensibilidad oriental me decía que el feng shui era extraordinariamente favorable y, sin darme cuenta, me fui creciendo mientras descendía al cauce del río Tins.
Como dijo el inefable José Alfredo Jiménez, “Una piedra en el camino / Me enseñó que mi destino / Era rodar y rodar / También me dijo un arriero / Que no hay que llegar primero / Pero hay que saber llegar”. Parece que el “poeta de la desolación marginal” la hubiera escrito para mi.
Efectivamente, los que iban conmigo lo comprobaron. Pendiente, hierbas mojadas por el rocío, piedras sueltas, resbalón… pero no pasó nada grave y seguí tan campante. De los errores se aprende.

En la Plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela. Foto Pilar Arcos


Y por fin, en lo alto de un repecho, aparece Santiago. Y en Santiago su catedral, y el apóstol, y la rúa do Franco y los percebes. También los turistas que vuelven a pasear por sus calles poco a poco.
Las normas establecidas dicen que para conseguir la compostela los navegantes deberán realizar un mínimo de 100 millas náuticas y conservar el espíritu del camino al menos caminando los últimos 10 km. hasta la catedral. ¿Las normas están hechas para saltárselas?

Mi credencial de peregrino. ¡Prueba superada!


Durante todo el recorrido hemos ido sellando el “pasaporte” del peregrino en diversos puntos, lo que acredita que hemos pasado por esos lugares, que hemos hecho el Camino. Con el sello final te ponen la fecha de llegada, en mi caso se han equivocado y figura el año 2020, ¡en plena ola pandémica! Pues tiene más valor ¿no?

De vuelta a casa. Foto Pilar Arcos


De vuelta a Madrid en el avión, recuerdo la experiencia pero siempre con mis dos mascarillas superpuestas, que el olor de santidad compostelano no es ninguna barrera contra el coronavirus. Por cierto, en la catedral no vimos el botafumeiro que, como se sabe, más que para la fe sirve para enmascarar el olor de multitud.

Compañeras de fatigas. Foto Pilar Arcos


En casa ya descansan las zapatillas. Han sido muchas horas pegadas a mis pies provocándome ampollas, machacando mis huesillos, resbalando sobre las pedras molladas, cogiendo polvo. Ahora se secan al sol mesetario esperando un próximo viaje, si la pandemia lo permite, claro.