Haikus perecederos

Los haikus son pequeños poemas tradicionales japoneses. Solo tienen tres versos y no es necesario que rimen. En origen tenían 17 sílabas en total (5-7-5) pero al traducirse o componerse en otros idiomas perdieron esa métrica.
Su temática es fundamentalmente la naturaleza. Los dos primeros versos suelen ser descriptivos y el tercero remata el poema con una consecuencia.
El gran maestro Basho (1644-1694) lo definió así: «Haiku es simplemente lo que está sucediendo en este lugar, en este momento». Uno de sus haikus más conocidos es: «Un viejo estanque / Una rana salta / Ruido del agua».
Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez y Jorge Guillén, entre otros grandes poetas españoles, los frecuentaron.
En Japón, los haikus (como todos los poemas) a menudo van acompañados de un grabado. A mi, que no se dibujar, me gusta acompañarlos de una fotografía, aunque tampoco sepa hacerlas.
La primera vez que tuve noticia de esta modalidad poética fue al leer «Haikus inmortales» traducidos por Antonio Cabezas (Hiperión, 1983). Mis haikus (con perdón) son todo lo contrario, nada inmortales, más bien perecederos, como los yogures. La impermanencia, además, es una de las cuatro nobles verdades del budismo, que también se ha servido de los haikus para su propagación.

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