El artista mexicano Damián Ortega suspende su mundo y lo cuelga en Santander

El Centro Botín al amanecer desde el Hotel Bahía. (Foto: Pilar Arcos)
El Centro Botín al amanecer desde el Hotel Bahía. (Foto: Pilar Arcos)

Durante algún tiempo se consideró a Santander como una ciudad aburrida, en la que casi nunca pasaba nada. Eso ya es historia, la “Novia del mar” ha cambiado radicalmente y hoy es una urbe joven, renovadora, con mucha marcha.
En los Jardines de Pereda, por ejemplo, nos encontramos con el Centro Botín, una institución dedicada al arte que no solo es lugar de exposiciones, sino que también pretende generar desarrollo social y riqueza aprovechando la capacidad creativa de los ciudadanos en diversos cursos, talleres, conferencias.

Fachada principal del Centro Botín y estatua de Joan Miró. (Foto: Pilar Arcos)
Fachada principal del Centro Botín y estatua de Joan Miró. (Foto: Pilar Arcos)

Inaugurado en junio de 2017, el Centro Botín es para Santander lo que el Museo Guggenheim ha sido para Bilbao, un antes y un después, un punto de inflexión, un nuevo icono que ha revitalizado la ciudad de forma irreversible. Y si su exterior sorprende, el interior todavía más. En sus galerías cabe todo tipo de arte, desde un Sorolla de 1908 a lo último de Damián Ortega (México 1967), de ahora mismo.

Una de las salas de la exposición «Visión Expandida». (Foto: Pilar Arcos)

La exposición Damián Ortega «Visión expandida» agrupa por primera vez las piezas en suspensión del artista mexicano. Esculturas que salen de su pedestal, como móviles a gran escala que flotan en el espacio expositivo, siguiendo la idea que se originó hace algún tiempo entre los artistas de vanguardia de eliminar cualquier soporte tradicional y presentar las esculturas separadas del suelo, flotando libremente.

Un Escarabajo Volkswagen despiezado. (Foto: Pilar Arcos)

COSMIC THING
Entre las obras que componen esta muestra figura «Cosmic Thing» (2002), en ella las piezas de un coche Escarabajo Volkswagen aparecen desmontadas y suspendidas en el aire por delgados cables de acero. Según Peio Aguirre, crítico de arte y autor de un ensayo en el catálogo que acompaña a la muestra, podría decirse que esta obra explora la modernización capitalista y sus distintos ritmos en el mundo, y más concretamente en México, donde el “escarabajo” supuso un momento decisivo en la democratización del consumo y en el saber hacer popular.

La sombra de las piezas de acero forman letras. (Foto: Pilar Arcos)

HARVEST
Harvest (2013), está formada por esculturas de acero colgadas del techo e iluminadas cenitalmente. Una obra que al mirarla desde la distancia parece un conjunto caótico de formas abstractas suspendidas en el espacio. Al acercarnos, vemos proyectarse en el suelo la sombra de las piezas formando el perfil de las letras del alfabeto en una caligrafía precisa. De esta manera, la obra cuestiona nuestra percepción y lectura de la realidad.

El globo terráqueo diseccionado. (Foto: Pilar Arcos)

VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA
«Viaje al centro de la tierra» (2014) se compone de una estructura metálica de la que hay materiales suspendidos: cuero tubular, piedra pómez, cerámica o vidrio. Ortega disecciona la imagen del globo terráqueo a través de varias capas de materiales, formas y colores, rompiendo así con cualquier representación clásica, monolítica y sólida.

Materiales orgánicos y sintéticos en suspensión. (Foto: Pilar Arcos)

POLVO ESTELAR
«Polvo estelar» (2016) está construida con materiales naturales como la esponja, madera, arcilla, tezontle (piedra volcánica roja), piedra pómez… y sintéticos, como el plástico o el nylon, que se combinan a diferentes alturas para dar forma a una especie de estela o estructura molecular estirada. El propio Ortega dijo que en esta pieza “trataba de encontrar algo que fuera un polvo de cosas que ya no eran nada… El tubo de plástico de un bolígrafo que no tenía tinta, una cáscara de semilla, una gorra triturada, un ojal de zapato, una punta de lápiz o una goma de borrar mordida, para crear una galaxia o constelación dinámica suspendida del techo. Como un agujero negro que se ha tragado todos los objetos, que deja de tener una función útil y sigue sobreviviendo; al igual que dejan de tener sentido en un mundo de productividad y se convierten en nómadas, personas sin hogar, balas perdidas, residuos del mundo al que sirvieron y al que ahora ya no pertenecen”.

Estructura de una gota de agua. (Foto: Pilar Arcos)

WARP CLOUD
«Warp Cloud» (2018), representa la estructura química de una gota de agua a través de esferas blancas de diferentes tamaños que simbolizan moléculas de hidrógeno u oxígeno. La pieza también hace referencia a la tradición textil de Oaxaca, donde según la mitología la intersección de hilos verticales y horizontales significa el encuentro del cielo y de la tierra.

Una silla de madera deconstruida. (Foto: Pilar Arcos)

H.L.D (HIGH, LONG, DEEP)
H.L.D (high, long, deep) (2009) es una silla de madera diseccionada y suspendida en el aire a lo largo de tres ejes, que podría recordar la noción de una percepción diversa. Recuerda a «Cosmic Thing», realizada siete años antes.
La silla vacía, que permanece intacta en el centro, podría remitir a la posición de un cuerpo o una persona a la que está invitando a reconsiderar su punto de vista. Una estructura ligera que unifica y replantea la forma en que vemos lo común.

Submarino empaquetado que sangra sal. (Foto: Pilar Arcos)

HOLLOW/STUFFED: MARKET LAW
«Hollow/Stuffed: Market Law» (2012) cierra la exposición. Una obra en la que Ortega usa la realidad como una lente a través de la cual reflexionar sobre diversos temas, como la explotación económica, el abuso de poder, la historia colonial o la identidad nacional. Un submarino, construido a partir de sacos reutilizados, metal y sal, cuelga del techo de la sala; la gran bolsa de plástico tiene una “herida que sangra”, un pequeño agujero por el que se derrama el contenido que lo rellena (sal) y que se acumula en el suelo formando una montaña. La pieza hace referencia a los submarinos que transportan esta sustancia y que comercian los narcotraficantes en México.

La exposición puede visitarse en la segunda planta del Centro Botín en Santander hasta el 26 de febrero de 2023, y supone un aliciente más para quienes se acercarán a Cantabria para celebrar en Santo Toribio de Liébana el Año Jubilar Lebaniego.

Una casa rural a prueba de virus

Casa Rural Las Calderas en Santilla del Mar. Foto: PILAR ARCOS

Hasta hace muy poco, además de por el precio los turistas decidían a ir a una u otra casa rural por el grado de limpieza, confort o/y la belleza del entorno. Una encuesta revela que la inmensa mayoría (92%) quería poder desplazarse en transporte privado; el 83% hacer excursiones por libre; el 75% pasear por la montaña; el 62% valoraba el relax; el 55% ir acompañados de la familia… Hoy siguen siendo esas sus preferencias, pero por encima de todas hay una nueva: la seguridad sanitaria.

Según un estudio sobre el turismo post covid-19 en el que han participado más de 10.000 viajeros y más de 1.500 propietarios, realizado por Escapada Rural , el 76% de los usuarios considera muy importante que los establecimientos dispongan de medidas de seguridad e higiene, y el 62% creen que es importante tener información sobre las medidas de seguridad e higiene de los alojamientos.

Santillana del Mar, Cantabria. Foto: P. ARCOS

No hay ninguna lista de pueblos más bellos o con más encanto en la que no aparezca Santillana del Mar, en Cantabria. Viene de lejos, ya en 1889 la villa fue declarada conjunto histórico-artístico y desde 2013 forma parte oficialmente de la red de Pueblos más Bonitos de España. En 2019 fue elegida Capital del Turismo Rural 2019 .
Solo su situación geográfica merece una mención especial. Situada en la costa occidental de Cantabria, cerca del mar y de la montaña, a unos 30 km. de Santander, reúne todos los atractivos necesarios para una escapada inolvidable en familia, en pareja, y hasta me atrevería a decir que en solitario. Villa medieval fundada en el siglo X, conserva en perfectas condiciones un rico patrimonio arquitectónico principalmente de los siglos XV al XVII, con casas solariegas la mayoría con fachadas blasonadas, elegantes torreones, sobrios conventos…

Casa Rural Las Calderas. Foto: P. ARCOS

En plena pandemia, he estado alojado en la Casa Rural Las Calderas de Santilla del Mar, y la verdad es que he estado como en mi casa. Tiene todo lo necesario para pasar unas vacaciones o un retiro: un equipamiento completo, un ambiente familiar y un confort rústico acorde con su entorno natural entre los Picos de Europa y el Mar Cantábrico. Además es un establecimiento a prueba de coronavirus que dispone del Safe Tourism Certified, un sello del ICTE (Instituto para la Calidad Turística Española), que certifica que ha pasado con éxito la prueba del Sistema de Prevención de Riesgos para la Salud frente a la COVID-19. Vamos, que reúne todas las características que buscan los viajeros actuales.

Calle Fontanilla de Santillana del Mar, Barrio Camplengo, y Palacio de los Velarde. Foto P. ARCOS

Las Calderas están en el barrio de Camplengo, cerca de la Colegiata. Al llegar, lo primero que vi fue una casa típicamente cántabra, aunque su construcción sea moderna (2005). Me recordaba a una casona tradicional que había visto hace poco en Mogroviejo, Liébana. Balconada de tres tramos ocupando toda la fachada del piso primero, lo que por allí llaman “la solana”, para tomar el sol; balaustrada de madera con apoyabrazos; protegida por un muro hastial o cortaviento; tejado a dos aguas con tejas árabes; color albero-ocre en dos tonos…

Villa de Potes en Liébana, Cantabria. Foto: P: ARCOS

Y un entorno para no aburrirse. Paisajes únicos, en escenarios naturales protegidos en los que se pueden hacer excursiones, actividades deportivas, alquiler de bicicletas y barcas…
A menos de un kilómetro, el casco histórico de Santillana. Poco más allá, el zoológico de esa localidad; las Cuevas de Altamira a 2 km; los Picos de Europa a 90 km… Al otro lado el Mar Cantábrico con la recoleta playa de Santa Justa en Ubiarco (a 6 km. por la CA-351), porque Santillana del Mar sí tiene mar; San Vicente de la Barquera a 25 km; y Potes, Capital del Turismo Rural 2020, a 82 km.

Cocina de la Casa Rural Las Calderas. Foto: P: ARCOS

Las Calderas son en realidad tres alojamientos. Las Calderas I, con una habitación de matrimonio, un sofá-cama, un baño, salón, cocina completamente equipada y cuarto de baño. Las Calderas II, de similares características. Y Las Calderas III, más grande, con 2 habitaciones dobles con cama supletoria cada una, dos baños, dos cuartos de estar y dos cocinas. A los que hay que añadir La Palmera, con una habitación doble, una habitación triple, dos habitaciones de matrimonio, una cama supletoria, dos baños. Las cinco viviendas son independientes y comparten una zona ajardinada.

Salón comedor de Las Calderas. Foto: P. ARCOS

Todas disponen de calefacción, televisión, microondas, lavadora, nevera, cafetera, horno, chimenea… Y todas están decoradas de forma distinta, pero siempre sin salirse de la estética rural familiar y confortable, lo que crea un ambiente cálido hasta tal punto que el eslogan de estos alojamientos es “Tu otro hogar en Cantabria”.

Tablón de anuncios con información anti-covid. Foto: P. ARCOS

Pero la gran novedad son las estrictas medidas de seguridad. En un tablón de anuncios colgado en una pared de la sala, se exhibe el sello ICTE, Safe Tourism Certified, otorgado por el Instituto para la Calidad Turística Española (ICTE) después de haber pasado con éxito una minuciosa auditoría. Este sello certifica que el establecimiento cumple con todas las normas internacionales del Sistema de Prevención de Riesgos para la Salud frente a la COVID-19.
Además de las medidas higiénicas ya tradicionales, entre las normas de seguridad sanitaria figura que entre la salida de un huésped y la entrada del siguiente tienen que pasar 24 horas; el check-in anticipado por correo electrónico; la no existencia de fianza o pre-reserva; la anulación gratuita por causa de la COVID19; el pago por transferencia bancaria 48 horas antes de la entrada y el envío de información turística por email.
Naturalmente se han suprimido los saludos con contactos físicos. Nos saludaremos con la mirada. La persona que recibe al huésped, lo hará siempre con mascarilla. Y el huésped deberá llevarla también. En Las Calderas hay mascarillas quirúrgicas a disposición del cliente.

Dormitorio con cama de matrimonio. Foto: P. ARCOS

A la entrada de la vivienda hay un dispensador de gel hidroalcohólico, de uso exclusivo para los inquilinos de ese alojamiento. Un felpudo con disolución anti-virus y otro para el secado de las suelas de los zapatos. Un detalle que llama mucho la atención es la entrega de llaves que se realiza en una cajita en la que hay un líquido bactericida y antivirus.
Para evitar contagios, al llegar las camas están sin hacer. Toda le lencería: sábanas, mantas, toallas, almohadas… ha sido lavada a 60 grados y desinfectada, y se entrega al cliente envasada al vacío en bolsas de plástico. Los manteles son desechables.

Baño. Foto: P. ARCOS

Todos los cubos de la basura se presentan con doble bolsa. Y todos los utensilios de cocina son de materiales de fácil limpieza y desinfección, evitando la madera. Cada vez que se va un huésped se cambia la fregona por una nueva y se desinfecta la escoba.

Ana Llera, propietaria de Las Calderas. Foto: P. ARCOS

Estos son solo algunos de los protocolos sobre los que ha puesto especial atención la propietaria de estos establecimientos, Ana Llera. Ana es gerente de Flasem Gestión de Proyectos Turísticos , técnico especializado en alojamiento rural, planes de contingencia Covid19 y guía oficial de Cantabria, graduada en Turismo por la Escuela Universitaria de Turismo Altamira. Así que además de una cercana anfitriona, los huéspedes de Las Calderas disponen de una excelente guía que les podrá asesorar en todo momento.

Hay que seguir publicando reportajes de viajes

En los últimos meses, algunos amigos (y otros no tanto) me han preguntado que por qué, ahora que no se puede viajar, sigo publicando reportajes de viajes y turismo.

Creo firmemente que, aunque no nos podamos desplazar libremente a cualquier sitio, aún hay muchos lectores potenciales de ese tipo de literatura. Puede que incluso más que antes.

A grandes rasgos, creo yo que hay tres motivos principales para que alguien sienta deseos de leer un reportaje de viajes. El más habitual, el evidente, es la persona que ha planeado hacer un viaje determinado, cuando sea, y quiere informarse de qué hay en ese lugar que merezca la pena. De qué motivos hay para que viaje allí.

En segundo motivo lo protagoniza alguien que ya ha estado allí y quiere confirmar que lo que vio era lo que más le interesaba, lo más importante, que no se ha perdido nada fundamental. También porque le gustó el lugar y quiere ampliar sus conocimientos sobre el mismo.

Y en tercer lugar, otro motivo no menos importante que los otros dos: porque le gusta leer, le gusta la literatura de viajes, porque lee por placer, aunque sea sobre lugares a los que nunca tiene previsto ir y a los que seguramente nunca irá. Porque le gusta, por ejemplo, Julio Verne aunque no se le pasa por la imaginación ir a la Luna o recorrer veinte mil leguas en un submarino.
En los tres casos (y otros más, que los hay) está más que justificado que los que nos dedicamos a esto sigamos publicando en estos tiempos difíciles.