Cocina de calidad creativa, ecológica y urbana, apta para veganos y celíacos en el centro de Granada

Barra de “La Reina Kitchen Bar”. Foto: P. Arcos
Barra de “La Reina Kitchen Bar”. Foto: P. Arcos

Si es difícil encontrar un restaurante con cocina de fusión creativa de calidad; otro con cocina sin gluten de confianza; y uno más para veganos con cocina ecológica y orgánica, más difícil aún es que los tres ocupen un mismo local. Pues esto sucede en Granada en los bajos del Hotel Marquis Issabel’s, gestionado por la cadena granadina Marquis.

Entrada al Hotel Marquis Issabel's. Foto: P. Arcos
Entrada al Hotel Marquis Issabel’s. Foto: P. Arcos

Situado en el mismísimo centro de Granada, en la Plaza de Isabel la Católica, en lo que fuera la antigua sede del Banco de Santander, edificio que permaneció cerrado catorce años, se levanta este establecimiento hotelero de cuatro estrellas, que apuesta por una oferta gastronómica diferente dirigida por Rocío Maldonado.
Un autobús que hemos cogido en las inmediaciones de la Alhambra nos deja justo en su puerta. Decoración elegante y moderna con toques navideños, como corresponde a las fechas en las que estamos.

Tataki de atún rojo. Foto: P. Arcos

Entramos en “La Reina Kitchen Bar”, un espacio funcional con una larga barra y buena iluminación a través de un gran ventanal que ocupa toda la fachada. Aquí un personal muy amable y eficaz sirve una cocina divertida y sabrosa a base de una materia prima de primera calidad y en muchos casos de proximidad.
Un código QR nos da acceso a una carta en la que están perfectamente marcados los distintos alergénicos y los platos sin gluten para celíacos. Todas las raciones son bastante grandes y lucen un cuidadoso emplatado.

Croquetas de temporada. Foto: P. Arcos

Algunos ejemplos: croquetas de temporada con productos km. 0; flores de alcachofa, confitadas con vinagreta de miel Plant-bassed y trufa; edamame (vainas de soja) trufado y frito, maridado con salsa tartufata; paella de arroz negro con tinta de calamar, choco a la andaluza, alioli de tomate y alioli de trufa; tataki de atún rojo con ajo atado, demiglacé y migas de pesto rojo y almendras.

Dracarys, huevo de dragón de Juego de Tronos. Foto: P. Arcos

Postres: Dracarys (huevo de dragón de Juego de Tronos) de chocolate al 70% con bizcocho de avellana, cremoso de chocolate y kinder, crujiente de praliné y helado de brownie, terminado con salsa de toffe caliente que derrite el huevo; Patissier, flan parisino con masa sablé y torrija especiada, acompañado de una salsa de chocolate blanco y macadamia.

Hamburguesa salvaje de avena sin gluten. Foto: P. Arcos

Para celíacos destacamos la pizza sin gluten y la hamburguesa salvaje de avena, que también es vegana.

Flores de alcachofa. Foto: P. Arcos

Junto, pero no revuelto, está el comedor “Wild Food”, el lado “salvaje” de la cocina ecológica y orgánica. Centrado en comida healthy realizada a base de productos diferentes y saludables que no se encuentran con facilidad.

Patissier, flan parisino con masa sablé y torrija especiada. Foto: P. Arcos

Algunos platos veganos: rollos vietnamitas, pizza Tartufala o de 4 “quesos”, gyozas de champiñones, tacos de “pork”, temaki, corazones de alcachofa, rollitos primavera, KFC de coliflor, croquetas… café cappuccino vegano con leche de coco, sin gluten y sin azúcar.

En definitiva, una grata y renovadora sorpresa en la tierra de las habas, el jamón de Trevélez y la olla de San Antón, con una relación calidad-precio muy aceptable.

Los Infiernos de Loja podrían ser un paraíso

Loja desde el balcón de cristal del hotel El Mirador. (Foto P. Arcos)

El Poniente Granadino, en el extremo occidental de la provincia de Granada, fue la última frontera de Al-Ándalus. Aquí está Loja, la puerta de Andalucía Oriental, en un valle donde se encuentran el sistema bético y el sistema penibético, muy cerca de las ciudades de Granada y Málaga.
Y a tan solo 2 km. del centro de Loja, hacia el Este, al pie del monte Hacho, hay un paraje natural en el que predomina el agua y la vegetación exuberante, que se extiende a lo largo del Genil, un río que ha nacido en la cercana Sierra Nevada y ha regado la vega de Granada. Son los llamados Infiernos de Loja, junto a la desembocadura de los arroyos Nieblín, Viñuela y Manzanil. Pero nada más alejado de la imagen que tenemos del averno. ¿Cómo se puede llamar Infiernos a un paraje verde, frondoso, fresco…?

Una de las pozas del río Genil a su paso por Los Infiernos. (Foto P. Arcos)

Ya en 1491, un año antes de la caída del Reino nazarí, en el Libro de los Repartimentos de Loja, se menciona al “Pontón del Infierno” que atravesaba el Genil.
Y Washington Irving en sus “Cuentos de la Alhambra” (1832) describe las cuevas de los Infiernos de Loja como un lugar misterioso donde estarían escondidas ingentes fortunas agarenas. “Antros oscuros de Loja, cavernas tenebrosas con ríos subterráneos y saltos de agua que infunden pavor por su ruido misterioso, aseguran las gentes que en esas profundidades están, desde el tiempo de los moros, encerrados cientos de personas, almas en pena ya, fabricantes de dinero para aumentar los tesoros que en este mundo guardan los reyes de la morisma.”
En el siglo XIX era muy popular por tierras malagueñas la expresión despectiva “¡Vete a los Infiernos de Loja!”, como algo muy lejano, allá abajo, en el barranco.

La maleza dificulta el paso por el puente en suspensión de estilo tibetano. (Foto P. Arcos)

Hoy los Infiernos de Loja presentan una de las formaciones kársticas más interesantes de Andalucía, en las que abundan los travertinos, rocas calizas porosas de color amarillento y repletas de fósiles.
Ocupan ambas orillas del río Genil, aunque la más accesible es la derecha. Recorremos un sendero de arcilla y limos de tonos rojizos y ocres y llegamos a un polémico puente en suspensión de tipo tibetano, construido para conectar las dos paredes del cañón, pero que se encuentra muy descuidado y pocos se atreven a pasarlo. Además, el camino se corta unos 200 metros más adelante.
Seguimos por la orilla derecha y enseguida aparecen unas escaleras esculpidas en la roca con peldaños de madera que conducen a un mirador y a la Cueva de los Murciélagos, donde estas criaturas nocturnas viven entre estalactitas y estalagmitas.
Murciélagos, lavanderas, ruiseñores, garcillas, chochines, petirrojos, currucas, barbos, truchas, ranas, cangrejos… una rica y variada fauna local que convive con sauces, chopos, olmos, rosales silvestres, zarzamoras y alguna que otra especie botánica rara que necesita un alto grado de humedad.

Exuberante vegetación en los Infiernos de Loja. (Foto P. Arcos)

A pesar de que el paraje fue declarado Monumento Natural en 2003, los Infiernos de Loja necesitan una urgente recuperación medioambiental. La señalización es escasa y en muchos casos está bastante deteriorada. No hay muchas barandas y es necesario colocar bancos. Habrá que aumentar la vigilancia, la limpieza en general es perfectamente mejorable y los accesos a puntos fundamentales, como la cascada de la Cola de Caballo, son complicados y no aptos para todos los públicos.
Sin embargo, los Infiernos de Loja son una maravilla y podrían ser un paraíso. Un diamante en bruto que hay que pulir.

Ventanal del hotel El Mirador de Loja por el que se ve el monte Hacho. (Foto P. Arcos)

Nosotros estábamos alojados en hotel El Mirador, un cuatro estrellas situado en la parte alta de la ciudad frente al monte Hacho. Para llegar a los Infiernos, bajamos hasta la iglesia Mayor de la Encarnación atravesando el casco histórico, desde allí seguimos como si fuésemos a la estación del Ave, pero antes de cruzar el río, continuamos por un camino que nos llevó a los gloriosos Infiernos.